lunes, 9 de noviembre de 2009

TRES MESES EN EL EXILIO



Más de 7mil personas permanecieron refugiados en escuelas y casas comunales de Santa Ana. La erupción del Ilamatepec en 2005 provocó gran destrucción en el cantón Los Planes, en el lago de Coatepeque, en Santa Ana.


Gumersindo Galán se levantó de su cama como la había hecho siempre durante muchos años. Dispuesto a tomarse la acostumbrada taza de café de las 8 de la mañana, el anciano pidió a su esposa, Eduarda, que pusiera el pichel al fuego. El cielo estaba nublado y una brisa fresca movía la copa de los árboles y las huertas que estaban atrás de la casa.

La anciana, de 81 años, llevó la taza de café a la mesa y él sacó un pan francés que había guardado del día anterior y lo puso sobre la taza. Cerró sus ojos y pidió a Dios que bendijera aquello que estaba a punto de consumir. Aún no había terminado de orar cuando una explosión se escuchó a lo lejos. Él siguió rezando.

-¡Chindo, Chindo! Vení ve el cerro, le gritó su esposa. Gumersindo hizo su mayor esfuerzo para levantarse de la mesa a toda prisa sin haber probado el café. “¡Ay Dios mío!, el cerro está reventando. Aquí no queda de otra que ponernos a orar”, dijo el anciano. Los dos esposos se encerraron en el cuarto y pidieron a Dios que los protegiera. De pronto, los gritos de los familiares y vecinos se escucharon afuera, en el patio.

El Apocalipsis
Aquel sábado 1 de octubre de 2005, sin que nadie lo predijera, el volcán Ilamatepec comenzó a hacer erupción. Los más de 7 mil habitantes distribuidos en los 24 kilómetros de periferia del lago de Coatepeque fueron testigos de aquel fenómeno natural. Una gruesa capa de ceniza cubrió el cielo, a tal punto que parecía noche.

-¡Auxilio, papá, auxilio!, grito asustada una de las hijas de Gumersindo. Unas 200 personas del cantón San Juan Las Minas se habían agolpado en el patio de la casa. Luego de haberse escuchado el estruendo, el volcán comenzó a emitir un ruido como el de turbinas de avión. “Era como una gran liberación de aire que aumentaba su fuerza cada segundo”, cuenta Cristina Aguirre, habitante del cantón Las Minas.

El volcán lanzaba rocas y ceniza. El problema era que nadie sabía con certeza dónde caerían. Las rocas encendidas resaltaban entre la ceniza arrojada. Los pobladores observaron destellos de color naranja que bañaban al volcán, lo cual fue confirmado por algunos medios de comunicación al encontrar rocas encendidas en la carretera que conduce al Cerro Verde.

Las 8 de la mañana se convirtió para algunos en un apocalipsis. El miedo y la desesperación provocaron que algunas personas confundieran la erupción del Ilamatepec con el fin del mundo. “Mi papá comenzó a gritar y a pedirle perdón a Dios por haberse apartado de la iglesia. Creyó que todos nos íbamos a morir”, recuerda Melvin Ramos.

La huida
Cuando don Gumersindo abrió la puerta, vio que su casa estaba rodeada por un grupo de personas. Los gritos desesperados de mujeres y niños demostraban la angustia y aflicción que sentían. “Vámonos, vámonos”, le decían. En la zozobra, pocas personas se preocuparon por sus pertenencias y dispusieron salir solo con la ropa que vestían. Además, muchas casas quedaron con las puertas abiertas. “Por la prisa de salir, yo ni ropa me cambié. En el camino me di cuenta de que con un pantalón roto de las rodillas y un chirajo de camisa iba”, narra sonriente el anciano.

Su tez morena y arrugada refleja sus 84 años de edad. Sus cabellos blancos esconden aquella historia que pocas veces ha tenido la oportunidad de contar, pero que la recuerda como si fuera ayer.

Como guiados por un pensamiento diferente, el grupo de personas se dividió en dos. La mitad siguió al anciano y caminaron 3 kilómetros por la calle que conduce a Las Lajas, límite entre Santa Ana y Sonsonate, donde vive una de sus hijas. Al llegar al lugar, descubrieron que un pick up estaba aparcado frente a la casa de su hija, el cual pensaron que los trasladaría hacia El Congo y los pondría a salvo. La otra mitad caminó 4 kilómetros hasta llegar al punto de buses, donde se reunieron con una gran muchedumbre. A simple vista parecían incontables.

Las calles estaban repletas de personas provenientes del cantón Los Planes del Lago de Coatepeque y sus alrededores. Todas compartían el afán de poder salir de aquel lugar. Grandes y chicos gritaban desesperados para que los conductores de los pocos vehículos que circulaban por la zona pudieran ayudarlos. “Nadie quería llevar gente, pero como la gran multitud cubría más de 3 kilómetros de la carretera principal, no podían pasar y se veían obligados a detenerse”, explica Ismael Ávila, uno de los motoristas que ayudó a trasladar a las personas hacia El Congo.
“Ayudé a todos, menos a mi familia”

El reloj marcaba las 8:05am. Mirna Galán, nieta de don Gumersindo, y su novio se conducían en el pick up hacia el lago de Coatepeque cuando recibieron una llamada que los alertó de lo sucedido. Como era su día libre, el novio la había ido a recoger para llevarla a casa. Cuando llegaron al lugar llamado “el mirador”, pudieron observar que sobre el volcán se había formado una figura en forma de hongo y no se podía ver las faldas del cerro, porque estaban cubiertas de humo y ceniza. “Cuando vi que el cerro había explotado, aceleré el carro para llegar lo más rápido que pude y así sacar a la familia de Mirna”, asegura Luis Cerritos.

Llegaron a casa de su novia. Y todo el cantón los Planes estaba oscurecido. La ceniza había cubierto el cielo y el volcán seguía emitiendo fuertes ruidos. Una briza soplaba y una tormenta comenzaba a formarse. En los 12 kilómetros que recorrieron desde el mirador hasta la casa de su novia, observaron a personas que corrían desesperados, otros llorando y a mujeres desmayadas en la calle.

El pick up que encontró don Gumersindo en casa de su hija era el de Luís Cerritos, el novio de Mirna. Ayudar a trasladar a las personas en su vehículo no estaba en sus planes, pero al ver la situación decidió hacerlo lo más pronto que pudo. De repente, una fuerte lluvia comenzó a caer fruto de la erupción volcánica, lo que hacía más difícil la situación. “Cuando llevaba el tercer viaje, se ponchó una llanta delantera del pick up y debajo de aquella gran tormenta me puse a cambiarla, pero nadie de las personas que llevaba me quiso ayudar. Quizás por el mismo nerviosismo”, cuenta cerritos.

Después de realizar cinco viajes de personas, Cerritos recordó que debía ir por su familia, la cual vive en el cantón La Bendición, ubicado en el otro extremo del lago de Coatepeque. Debido a la muchedumbre que se encontraba por las calles, no podía aumentar la velocidad por miedo de atropellar a alguien. “Cuando llegué a mi casa, ya no encontré a nadie. Ya todos se habían ido. Y no andaba ni saldo para llamarles y ver dónde estaban”, testifica.

Fuertes correntadas
Una hora después de la erupción, la ayuda comenzó a llegar. Camiones de la Alcaldía Municipal de El Congo, apoyados por la Policía Nacional Civil, comenzaron a trasladar a las personas hacia las escuelas de Santa Ana y El Congo que servirían como albergues. Pocas personas lograron llevar consigo parte de sus pertenencias. Más que todo, llenaban sacos de pita y nilón con ropa.

Ramón Morales, en la precisión, no se dio cuenta de que el saco blanco de nilón que subió al camión que los trasladaría no era el saco con ropa, sino uno lleno de tuzas que había traído un día antes para darle de comer al caballo. Lo descubrió cuando llegó al albergue.

Un día no bastó para trasladar a la multitud. Las condiciones del clima impidieron que las acciones de rescate pudieran continuar.

A las 8 de la noche, la lluvia que había caído provocó fuertes correntadas que bajaron desde las faldas del volcán. A pesar de eso, la gente seguía intentando salir para ponerse a salvo. Esa noche, la fuerte correntada comenzó a arrastrar árboles, casas y todo lo que encontrara a su paso.

Un camión de la alcaldía de Santa Ana y un pick up de la PNC fueron arrastrados por las correntadas y depositados en el lago, el mismo sábado. Muchos habitantes del cantón Los Planes que no quisieron salir ese día no durmieron a causa del miedo que les provocaba el estruendo generado por las fuertes corrientes de agua.

Al día siguiente, las personas que se habían quedado observaron que algunas casas habían desaparecido y que la calle estaba partida. El paso de vehículos era imposible. Una barranca, de aproximadamente 2 metros de profundidad por 3 de ancho, se había formado a un costado del Complejo Educativo Fe y Alegría La Merced.

El clima empeoró y las labores de rescate se hacían más difíciles porque cada vez que llovía no podía pasarse de un ludo al otro debido a la corriente de agua.

Victoria Barillas, de 80 años, y sus hijos se refugiaron en el cerro del cementerio “el Guacamallero.” Cuenta que desde allá pudo ver cómo las corrientes de agua se llevaban su casa. “Yo grité cuando vi eso y casi me desmayé.” En total pasaron tres días sin comer. Nadie se había percatado de su presencia en el lugar hasta que decidieron bajar al punto de buses.

“Lo más terrible fue el día domingo”, explica Wilfredo Aguilar. Las lluvias provocaron que el caserío Agua Caliente, ubicado dos cuadras antes del turicentro Laja Maya, quedara incomunicado. No había para dónde correr. Fuertes correntadas impedían que los cuidadores de quintas pudieran salir. “Los dueños de las quintas nos habían ordenado que no dejáramos solo porque podían venir personas a robar. Entonces, nos tocó quedarnos”, explica Manuel Ramírez, quien fue auxiliado por un vecino, debido a que el agua había inundado la vivienda.

El domingo 2 de octubre, llovió todo el día. Entre las 8 y 9 de la noche, las corrientes de agua abarcaron grandes dimensiones. Cinco colonias completas desaparecieron. Más de 2 kilómetros de carretera quedaron soterrados.

Los postes del alumbrado eléctrico habían sido derribados por las corrientes de agua y por los árboles que se habían caído. “La tierra temblaba. Y se escuchaba cómo grandes rocas chocaban entre sí. Parecía que el cerro se nos venía encima y eso molestaba los nervios”, recuerda Juan Aguilar, yerno de don Gumersindo.

La vibración de la tierra y el estruendo de la correntada podían ser percibidos a más de 2 kilómetros de distancia. “Yo llegué de trabajar de San Salvador a las 9 de la noche. Aquel ambiente era terrible. Y solo encontré a un vecino que estaba temblando de miedo. Yo, como estaba cansado, me acosté y dije: si me lleva la correntada que me halle dormido, así no voy a sentir”, cuenta Miguel Martínez.

A la misma hora, Emilio Zepeda y su familia salieron en una lancha de madera con rumbo a la isla Teopán. “Aquello daba miedo. Mi padrastro estaba arrepentido de no haberse salido cuando pasaron los de la alcaldía”, recuerda. La correntada de agua pasaba a pocos metros de su casa y temieron que llegara a alcanzarlos. Debajo de aquella gran lluvia, remaron hacia la isla. Envueltos con capas, llegaron a la isla y amarraron la lancha en unos árboles. El nerviosismo era notorio en todos. No pudieron dormir por lo incómodo, ya que toda la noche pasaron sentados en la misma posición, por lo angosto de la lancha.

“Afectó más que los terremotos”
El lunes 3 de octubre, a las 6 de la mañana, Miguel Martínez fue a observar los destrozos que la erupción había provocado. “La colonia que estaba frente al Club Coatepeque había desaparecido. Lo único que había era un gran barranco como de 7 metros de hondo. Y vi que el templo de la Iglesia de Dios había desaparecido. No quedó ni señas”, dijo.

Martínez, de complexión delgada y piel morena, recuerda casi todos los detalles de lo sucedido. Él fue el primero en encontrar a una anciana que fue arrastrada por la corriente. “Cuando vi que la niña Teresa estaba trabada en el alambrado del cerco, corrí a ver y llamé al 911”.

El cantón Los Planes fue el más afectado por la erupción y por la lluvia: quedó irreconocible. “Afectó más que los terremotos de 2001 porque se llevó los cultivos, los árboles, las casas y nos sacó corridos”, comentó Humberto Barrientos.
El retorno

Algunos habitantes del lugar consideran que, en total, fueron 15 días los más críticos.

Gumersindo Galán y su familia estuvieron refugiados en la Escuela Centroamericana, en el municipio de El Congo. En ese albergue había más de 400 personas. La ayuda nunca cesó. Durante el tiempo que permanecieron, no les faltó ropa ni comida. Aunque considera que es estresante estar en un mismo lugar sin poder hacer nada. “Yo lo que hacía era ponerme a hablar con los soldados que prestaban seguridad, para no aburrirme.”

En la primera semana de enero de 2006, tres meses después de la erupción del Ilamatepec, los directores de las escuelas comenzaron a exigir a los refugiados que desalojaran el lugar. A pesar de que muchos no tenían adonde ir, se vieron obligados a desalojar. “La directora de la escuela llegaba con el montón de alumnos y nos decían que nos fuéramos, porque ya iban a empezar las clases. Y como todos los días llegaba a decir lo mismo, la cosa iba en serio”, dijo Gumersindo.

Así fue como el 3 de enero, Gumersindo Galán y su esposa decidieron desalojar el lugar. Temía volver porque no sabía si encontraría su casa después de lo sucedido. “Y como decidí salirme, la mayoría de gente me siguió. Gracias a Dios hallé mi casa parada todavía.”

Un 70% de las personas regresó a vivir al cantón Los Planes, del lago de Coatepeque. Algunos sin tener viviendas. A pesar de que grandes cantidades de tierra cultivable quedó inservible, las personas han tratado la manera de sobrevivir.

Unos pocos fueron beneficiados con proyectos de casas en la Colonia el Trébol y Camones, en Santa Ana. Y los que se han quedado, confían en que el volcán ya no será una amenaza. Al menos durante algunos años.

miércoles, 26 de agosto de 2009

EL POETA DESCONOCIDO

El reloj marcaba las 9:30 am. La desesperación por encontrar a la persona idónea para realizarle la entrevista no llegaba. Después de un par de minutos, vimos venir dos siluetas a lo lejos. El sol de la mañana las alumbraba y les asignaba una apariencia angelical. Era una niña y su padre.

Cuando se acercaron a nosotros, descubrimos que, en realidad, eran dos guerreros. Luchaban por vivir, se enfrentaban a la pobreza todos los días. Ese nuevo día, habían ganado otra batalla. Ambos sonreían y reflejaban la alegría y el agradecimiento al Ser Supremo por aquella victoria.

Entre más conversábamos, más descubríamos sus hazañas. Él, durante su juventud, había trabajado como fumigador en las algodoneras; había entregado su fuerza y esfuerzo a aquella obligada tarea que desempeñó por el simple hecho de haber nacido pobre. Lo dio todo para sacar adelante a su familia.

Nos contó que el pago a todo aquel esfuerzo realizado había sido el deterioro de su salud. El efecto de los venenos se presentó varios años después y, ahora, le ha imposibilitado trabajar para mantener su familia. El menor esfuerzo le provoca cansancio y siente que va a morir. Pero no se ha dado por vencido y busca hacer, de aquella imposibilidad, una posibilidad.

Escribir sonetos no era su fuerte. Pero en aquellos momentos de angustia buscó refugio en Dios y, gracias a él, encontró el camino que lo condujo a la poesía. JACINTO AMAYA es un poeta, de 65 años, que reside en San Pedro Masahuat, departamento de la Paz. Su ignoto talento le ha permitido participar en algunos concursos de poesía y poner en práctica algunos de sus conocimientos.

El mayor sueño de don Jacinto es poder publicar sus poemas para poder tener un ingreso económico para ayudar en algo a su familia. El hecho de no poder trabajar se ha vuelto una barrera que lo aleja cada día de su sueño. Su talento me ha sorprendido y, por ello, le pedí autorización para poder copiar uno de sus sonetos que lleva por nombre ilusión.

Una noche por sorpresa
Te miraba en mis sueños
Y soñaba que era dueño
De tu boca color fresa.

Fue una bella pesadilla
Que jamás he olvidado,
Pues siempre había deseado
Que tu boca fuera mía.

Desperté con emoción,
Me sentí triste y disgusto
Ver que todo fue producto
De una fugaz ilusión…

Hoy por ti, mañana por mí… Si quieres ayudarlo escríbeme y te contacto con él. aguilarjcb@hotmail.com Mi cel. 7005-2168.

miércoles, 5 de agosto de 2009

¿DONDE QUEDÓ EL MIEDO A LA GRIPE PORCINA?

Me sorprendió la gran concentración de personas en las fiestas Julias de Santa Ana. ¿Y no que suspendieron las clases para evitar la concentración de personas en un mismo lugar para que los alumnos no se contagiaran de gripe? La curiosidad me hizo darme una vueltecita por ese lugar y vi que estaba lleno de jovencitos y jovencitas en edad escolar. Como por planes del destino, la suspensión y las vacaciones se aunaron y cayeron como agua de mayo.

Me atrevo a decir que, a pesar de las medidas de suspensión tomadas por el Ministerio de Educación y el Ministerio de Salud, en las escuelas no se manejaron los criterios de comunicación necesarios para transmitir y concientizar al alumnado a cerca del problema. Entonces, ¿De qué sirve suspender las clases si el estudiantado no acata las recomendaciones? A mi parecer esto es algo contradictorio.

Se suspendieron las clases por miedo a que los centros escolares fueran el foco de contagio de la mal llamada gripe porcina. Si hubo una suspensión de clases a nivel nacional, significa que el problema es serio y que no estamos hablando de una cosa sencilla. Habrá que detenerse a pensar en las consecuencias de contraer la gripe.

Como estudiante, me sentí afectado por la primera suspensión de clases porque, justo cuando estábamos en la última semana, todo queda paralizado. Un total atraso. ¡Y con las ganas que tenia de terminar ciclo! Ya necesitaba un descanso, pero no un descanso obligado, sino el que se disfruta cuando se sabe que se han pasado todas las materias o se ha dejado alguna. Pero es descanso porque en ese caso de nada aprovecha preocuparse.

Pero volviendo al asunto, considero que nadie le teme a la gripe de cuche porque… ¡Perdón!, a la gripe A H1N1, porque pocas personas se han contagiado de ella. Y como la mayoría de victimas han sido los niños, aunque parezca pésimo, ellos no nos pueden decir qué se siente estar contagiado de esa enfermedad desconocida.
Deberíamos ser más conscientes del problema. He oído decir a algunos de mis amigos que esa es una “gripe política”; otros que parecen más preocupados dicen que “es una gripe que se ha aunado a la crisis económica que se ha venido encima”, (aunque nuestro país siempre ha estado en crisis, pero se nos ha hecho ver, a través de eufemismos, que eso es falso).

En fin, a pesar de las opiniones de mis colegas –que fueron a las fiestas de Santa Ana y se contagiaron de gripe común-, lo que más debería importar, en un momento como este, es cuidar nuestra salud. Sea cierto o no, a nadie le gusta estar enfermo, porque la salud no se puede comprar.

Se podría empezar por informarse sobre el problema y luego sacar conclusiones. Es cierto que esta enfermedad ha cobrado ya varias víctimas, pero esto no ha frenado a las personas de ir a las fiestas Julias. Y, como tampoco las fiestas agostinas se suspendieron –por miedo a agrandar la crisis-, me atrevo a decir que muchos salvadoreños irán a disfrutar a las fiestas sin ningún temor. Incluso la mayoría de jóvenes en edad escolar irán sin ningún escrúpulo. Como a las fiestas llega de todo, no hay mayor aglomeración de personas que esa. Pero, de antemano, agradezco por estas largas vacaciones.

lunes, 1 de junio de 2009

TARZÁN Y LA FEMINISTA


Hace muchos años, en la época en que las personas disfrutaban mucho el viajar en barcos e ir a la selva a pasar momentos de tranquilidad, una feminista abordó un barco para pasar unos días tranquilos, alejada de la ciudad. Era la primera vez que viajaba sola, ya que ninguno de sus amigos quiso acompañarla debido a su carácter radical y prepotente.

Se consideraba más valiente que cualquier hombre y más astuta e inteligente que cualquiera que pudiera existir. El capitán del barco había pronunciado que ese no era un buen día para la navegación, que a pesar de todo lo que se dijera, las posibilidades de un naufragio eran evidentes.

A bordo del barco iban 40 personas, las cuales habían pagado un boleto equivalente a una semana. Después de 30 horas de navegación, la turbulencia impidió que el barco navegara con tranquilidad. El capitán hizo un alto inesperado en la marcha y pidió a la tripulación que guardara la calma. La turbulencia arrastró bruscamente al barco, el cual parecía hundirse. El capitán muy asustado ordenó tirar las anclas, pero era demasiado tarde, la corriente los había arrastrado hacia la orilla. Se Dio la orden de no bajar, pero la tripulación descendió del barco en busca de un lugar más seguro.

La oscuridad y el aguacero eran los protagonistas terroríficos de aquel cuento inesperado, acompañados por los fuertes truenos que hacían vibrar la tierra. El lugar parecía irreconocible y nadie podía dar señales de donde estaban. De pronto toda la tripulación estaba amontonada bajo una cueva gigantesca, en espera del cese del mal tiempo. La feminista, consideró que aquel momento era el idóneo para alejarse de la molesta muchedumbre que la traía aturdía durante todo el camino.

No le importó pensar que pasaría hambre y frio: ella quería liberarse. Se adentró en el bosque lo más que puedo, hasta que encontró un lugar donde descansar tranquila. A la mañana siguiente, presintió no tener idea de dónde estaba. Pensó en recorrer aquel lugar para ver si encontraba el camino de regreso. Después de un par de horas, se dio cuenta de que no había podido encontrar el camino de regreso.

Estaba perdida en un laberinto natural. Por más que quiso, no pudo recordar el camino de regreso. Sola, hambrienta y asustada, así se sintió. Decidió sentarse a esperar allí la muerte o la vida, pues pensó que alguien notaría su ausencia y, fuera como fuera, decidirían buscarla. Horas más tarde, escuchó que alguien se acercaba y se dirigía en dirección hacia ella. Vio venir la silueta de un hombre semidesnudo, con el cabello como greñas, barbado, robusto y con un venado muerto en los hombros.

¡Asesino, no te da vergüenza quitarles la vida a los animales!, dijo. El hombre tiró al suelo al venado y miró fijamente a la mujer. Él jamás había visto a alguien que se asemejara tanto a su especie. Tarzán apenas pudo descifrar aquellas palabras, pero supo que se refería a él. ¿Por qué rayos no me contestas?, preguntó la mujer. -¡Yo ser Tarzán, el rey de la selva!, dijo el hombre con una pronunciación poco entendible. -Al menos puedes hablar, le contestó. Tarzán tomó el animal y dispuso seguir su camino, muy sorprendido de lo que había visto y oído.

Al ver que se alejaba, la mujer corrió tras él y le dijo: ¿me dejarás aquí sola, tú no sabes quién soy, estoy perdida, sabes cómo regresar a mi barco? -Conozco toda la selva, porque es mía, es mi hogar, es todo lo que hago y de lo que vivo, dijo sin detener el paso. -¿Es tuya? Ja jaj ja… ¿Cuándo se la compraste al gobierno que no me di cuenta? Así son todos los hombres, siempre queriendo tener el control de todo, y son tan egoístas que no lo comparten con las mujeres. Siempre se adueñan de los derechos humanos y tratan de ser mayoría en todo y a nosotras nos dejan en los peores puestos; y, para colmo, nuestras propuestas casi nunca son tomadas en cuenta.

-En la selva, se vive para vivir -contesto aquel personaje-, se come para vivir y cada especie convive con su especie. Sabemos de qué cuidarnos y seguimos las leyes de la naturaleza. Tarzán no sabía qué era ser hombre o ser mujer y mucho menos ser machista o feminista, pues en su mundo nada de eso existía. Seguía sin entender qué significaba ser bueno o ser malo, y le costaba entender las palabras de aquel ser tan parecido, pero a la vez tan diferente a él.

La feminista siguió insistiendo e insistiendo hasta que ya no encontró qué más decir. Acusó a Tarzán de ser el culpable de todos los males de este mundo, además de proponerle que el día que las feministas dominen el mundo, habría un cambio de papeles y harían respetar sus derechos.

Ninguno de los dos seres conocía el mundo del otro. Eran vidas totalmente distintas y distanciadas, en tiempo, espacio y visión de mundo. Durante la larga conversación, cada uno interpretó el mundo a su manera y habló basándose en su mundo de día a día. Tarzán solo podía hablar de la selva porque no conocía otro mundo y la feminista, de las diferencias entre hombre y mujer, de hacer valer sus derechos para ser oída.

Tarzán regreso a su guarida envuelto de confusiones y pensando en que en el otro mundo una misma especie se odia entre sí siendo tan iguales. La feminista, no obstante, regresó a su barco satisfecha de haber sido escuchada por aquel hombre, cuyo nombre nunca preguntó ni quiso saber.

José dice: El machismo y el feminismo son el resultado de siempre querer tener el control. El hombre y la mujer que trabajan unidos pueden hacer cosas grandes. Si se quiere cambiar el mundo, se debe iniciar desde la educación de los niños, para que crezca con una ideología de igualdad de género, donde todos valemos igual. PARA QUE YO NACIERA, UN HOMBRE Y UNA MUJER SE UNIERON Y CREARON VIDA.

jueves, 21 de mayo de 2009

¿Y la gripe porcina?


Todos hemos sido alarmados con el tema del virus de la "gripe porcina" y directa o indirectamente nos hemos sentido preocupados por ello, por nuestra salud.

No sé porqué el virus aparece en estos momentos en los que se habla de crisis económica. Y lo que me ha parecido extraño es que enmedio de la crisis -aunque los salvadoreños siempre hemos estado en crisis y esta solo es otra mas-, esta gripe sea más importante que los problemas sociales. No quiero ser pesimista, pero los que han distribuido la epidemia psicológica han sido los medios de comunicación.

En este camino que llevamos, si no se pienza de una manera razonable, dentro de poco será un delito estornudar. Aunque tengo entendido que las enfermedades no respetan raza, color, género, religión, cultura, etc.

La historia siempre se ha encargado de revelar las verdades de la vida. Así que dentro de poco quizá tengamos más claro el porqué de esta gripe porcina. No obstante, a mí me parece una cortina de humo que está tratando de cubrir algo. Me gusraría tener la medicina para que las personas ya no se sigan enfermando.

Yo creo que si México no logra controlar esta situación, dentro de poco nadie querrá vijar a ese país. Aunque, por medio de los medios masivos, a todos se nos ha comunicado que México, por el momento, es famoso por la mal hallada gripe que lo azota. No soy economista ni conosco del tema, pero por simple intuición creo que en este momento lo que se está enfermando es su economía.

martes, 24 de marzo de 2009

CAMPAÑA DE MIEDO NO DETUVO AL ELECTORADO

La campaña de miedo no detuvo al electorado

Todos los salvadoreños y salvadoreñas estuvimos a la espera de la llegada de las elecciones presidenciales del 15 de marzo, como uno de los eventos más importantes del país. En un principio, se habló de la participación de cuatro partidos políticos en los comicios, pero luego se conoció que quienes se enfrentarían en el ring serían ARENA y FMLN.

La batalla realizada en los medios de comunicación por estos dos grandes partidos, por sentarse en la silla presidencial, fue muy intensa. Los ataques del uno contra el otro prevalecieron durante toda la larga campaña que desarrollaron. Los rumores difundidos en muchos spots publicitarios provocaron temor en un gran segmento de la población, principalmente en los barrios más pobres.

El bombardeo constante de mensajes políticos –en especial los difundidos por Telecorporación Salvadoreña-, del que fuimos víctimas, causó hastío y descontento en muchos de nosotros. Al igual que el mismo accionar de los partidos políticos tensionó al electorado en general, polarizando más al país. En lugar de permitirnos el libre pensamiento y llamarnos a la unidad, nos quisieron imponer cómo deberíamos pensar, a través de mensajes nocivos y ofensivos que atentaron contra la integridad psicológica y moral de las personas. Eso debería considerarse un delito.

A muchos se les hizo creer que si el FMLN ganaba los comicios de 2009, el país otra vez caería en guerra y que no habría empleo para nadie. Se corrió el rumor de que muchos empresarios se irían del país y, si eso sucedía, muchos perderían sus empleos. Además, se comparó al candidato Mauricio Funes con los presidentes Hugo Chávez, Fidel Castro y Daniel Ortega, con el fin de desprestigiarlo. Satanizaron su imagen.

Además, se utilizó declaraciones de personas nicaragüenses para difamar su propio gobierno y compararlo con el de la izquierda salvadoreña, de llegar al poder. Con todo, la derecha intentó hacer creer a la población que todo favoritismo hacia el FMLN era negativo; que la patria estaba en peligro y la única manera de salvarla era votando a favor de ellos. Con ese tipo de mentiras ¿cómo no se va infundir pánico en las personas? Si todo lo hacen para ganar votos, sin importarles el daño psicológico que eso causará. Lo peor de todo es que las personas lo crean y lo afirmen a la hora de hablar.

Por su parte, el partido de izquierda respondió a las acusaciones de la derecha con spots similares, en los que también se señalaban los errores cometidos por el partido en el gobierno y la falta de capacidad de su candidato para ejercer la presidencia de la República. Los dos partidos se sumaron a la campaña de miedo, aunque uno más que otro. Pensaron más en ellos y en sus intereses que en la población, cuando debería ser todo lo contrario.

Ante tal situación, debería existir una regulación en los medios de comunicación a la hora de diseminar los mensajes políticos. De tal forma que, al difundir dicha información, no violen los derechos humanos de las personas como se hizo en esta última campaña electoral y muchas de las anteriores. Además, se puedo ver que, en tiempos de campañas electorales, quién tiene más dinero es quien más mensajes difunde en los medios, de manera que enajena a los receptores con tanta información.

A pesar de todos estos imprevistos, la campaña de miedo, creada principalmente por ARENA, no logró los efectos que ellos esperaban. La fiesta cívica se celebró con tremenda calma y la asistencia masiva a las urnas no se hizo esperar. Los resultados obtenidos en el escrutinio realizado por el Tribunal Supremo Electoral favorecieron al candidato Funes, lo cual confirma que el electorado rompió contra la campaña de miedo a la que fue sometido. Las elecciones produjeron nerviosismo en la población, pero esto no impidió que las personas salieran a votar.