lunes, 1 de junio de 2009

TARZÁN Y LA FEMINISTA


Hace muchos años, en la época en que las personas disfrutaban mucho el viajar en barcos e ir a la selva a pasar momentos de tranquilidad, una feminista abordó un barco para pasar unos días tranquilos, alejada de la ciudad. Era la primera vez que viajaba sola, ya que ninguno de sus amigos quiso acompañarla debido a su carácter radical y prepotente.

Se consideraba más valiente que cualquier hombre y más astuta e inteligente que cualquiera que pudiera existir. El capitán del barco había pronunciado que ese no era un buen día para la navegación, que a pesar de todo lo que se dijera, las posibilidades de un naufragio eran evidentes.

A bordo del barco iban 40 personas, las cuales habían pagado un boleto equivalente a una semana. Después de 30 horas de navegación, la turbulencia impidió que el barco navegara con tranquilidad. El capitán hizo un alto inesperado en la marcha y pidió a la tripulación que guardara la calma. La turbulencia arrastró bruscamente al barco, el cual parecía hundirse. El capitán muy asustado ordenó tirar las anclas, pero era demasiado tarde, la corriente los había arrastrado hacia la orilla. Se Dio la orden de no bajar, pero la tripulación descendió del barco en busca de un lugar más seguro.

La oscuridad y el aguacero eran los protagonistas terroríficos de aquel cuento inesperado, acompañados por los fuertes truenos que hacían vibrar la tierra. El lugar parecía irreconocible y nadie podía dar señales de donde estaban. De pronto toda la tripulación estaba amontonada bajo una cueva gigantesca, en espera del cese del mal tiempo. La feminista, consideró que aquel momento era el idóneo para alejarse de la molesta muchedumbre que la traía aturdía durante todo el camino.

No le importó pensar que pasaría hambre y frio: ella quería liberarse. Se adentró en el bosque lo más que puedo, hasta que encontró un lugar donde descansar tranquila. A la mañana siguiente, presintió no tener idea de dónde estaba. Pensó en recorrer aquel lugar para ver si encontraba el camino de regreso. Después de un par de horas, se dio cuenta de que no había podido encontrar el camino de regreso.

Estaba perdida en un laberinto natural. Por más que quiso, no pudo recordar el camino de regreso. Sola, hambrienta y asustada, así se sintió. Decidió sentarse a esperar allí la muerte o la vida, pues pensó que alguien notaría su ausencia y, fuera como fuera, decidirían buscarla. Horas más tarde, escuchó que alguien se acercaba y se dirigía en dirección hacia ella. Vio venir la silueta de un hombre semidesnudo, con el cabello como greñas, barbado, robusto y con un venado muerto en los hombros.

¡Asesino, no te da vergüenza quitarles la vida a los animales!, dijo. El hombre tiró al suelo al venado y miró fijamente a la mujer. Él jamás había visto a alguien que se asemejara tanto a su especie. Tarzán apenas pudo descifrar aquellas palabras, pero supo que se refería a él. ¿Por qué rayos no me contestas?, preguntó la mujer. -¡Yo ser Tarzán, el rey de la selva!, dijo el hombre con una pronunciación poco entendible. -Al menos puedes hablar, le contestó. Tarzán tomó el animal y dispuso seguir su camino, muy sorprendido de lo que había visto y oído.

Al ver que se alejaba, la mujer corrió tras él y le dijo: ¿me dejarás aquí sola, tú no sabes quién soy, estoy perdida, sabes cómo regresar a mi barco? -Conozco toda la selva, porque es mía, es mi hogar, es todo lo que hago y de lo que vivo, dijo sin detener el paso. -¿Es tuya? Ja jaj ja… ¿Cuándo se la compraste al gobierno que no me di cuenta? Así son todos los hombres, siempre queriendo tener el control de todo, y son tan egoístas que no lo comparten con las mujeres. Siempre se adueñan de los derechos humanos y tratan de ser mayoría en todo y a nosotras nos dejan en los peores puestos; y, para colmo, nuestras propuestas casi nunca son tomadas en cuenta.

-En la selva, se vive para vivir -contesto aquel personaje-, se come para vivir y cada especie convive con su especie. Sabemos de qué cuidarnos y seguimos las leyes de la naturaleza. Tarzán no sabía qué era ser hombre o ser mujer y mucho menos ser machista o feminista, pues en su mundo nada de eso existía. Seguía sin entender qué significaba ser bueno o ser malo, y le costaba entender las palabras de aquel ser tan parecido, pero a la vez tan diferente a él.

La feminista siguió insistiendo e insistiendo hasta que ya no encontró qué más decir. Acusó a Tarzán de ser el culpable de todos los males de este mundo, además de proponerle que el día que las feministas dominen el mundo, habría un cambio de papeles y harían respetar sus derechos.

Ninguno de los dos seres conocía el mundo del otro. Eran vidas totalmente distintas y distanciadas, en tiempo, espacio y visión de mundo. Durante la larga conversación, cada uno interpretó el mundo a su manera y habló basándose en su mundo de día a día. Tarzán solo podía hablar de la selva porque no conocía otro mundo y la feminista, de las diferencias entre hombre y mujer, de hacer valer sus derechos para ser oída.

Tarzán regreso a su guarida envuelto de confusiones y pensando en que en el otro mundo una misma especie se odia entre sí siendo tan iguales. La feminista, no obstante, regresó a su barco satisfecha de haber sido escuchada por aquel hombre, cuyo nombre nunca preguntó ni quiso saber.

José dice: El machismo y el feminismo son el resultado de siempre querer tener el control. El hombre y la mujer que trabajan unidos pueden hacer cosas grandes. Si se quiere cambiar el mundo, se debe iniciar desde la educación de los niños, para que crezca con una ideología de igualdad de género, donde todos valemos igual. PARA QUE YO NACIERA, UN HOMBRE Y UNA MUJER SE UNIERON Y CREARON VIDA.