Uno de los mayores problemas al que nos enfrentamos a la hora de ver un programa de televisión o sintonizar una radio es cómo saber si la información recibida es verdadera. Me atrevo a decir que, en la actualidad, HABEMOS PERSONAS QUE NOS CREEMOS DE TODO LO QUE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN NOS DICEN. Y ni siquiera hacemos el intento de verificar si la información es cierta. ¡Qué fáciles influenciar somos! La realidad que vemos en los medios es más agradable que la realidad que vivimos a diario en la calle, donde si no andamos listos, nos atropella un carro y nos culpan de haberlo rallado o de habernos lanzado intencional mente sobre el vehículo.
Hace como dos semanas, venia de mi casa para la universidad. Y exactamente cuando el semáforo se puso en rojo (el que está por el Casino Colonial, cerca de la Ceiba), otras personas y yo dispusimos cruzarnos la calle, pero un ser humano, que de humano no tiene nada, nos lanzó el vehículo encima, viendo que el semáforo estaba en rojo. Pero la justificación de siempre: “llevaba prisa”. Si. Pero nosotros no teníamos la culpa por la mala organización del tiempo. Esa es una parte de la realidad que vivimos.
Después de esta corta anécdota que, por poco y ya no la cuento, volvamos otra vez al tema del que veníamos hablando.
Ahora la información que recibimos de los medios, si la examinamos, es más rumor que información. No hay que olvidarse del gran poder influenciador que los medios de comunicación poseen, a tal grado que, en un momento determinado, llegan a incidir en nuestras decisiones. Pero depende de cada uno de nosotros si dejamos que los medios tomen protagonismo en nuestras decisiones.


