sábado, 28 de agosto de 2010

ESTA VIOLENCIA ¿QUIÉN LA VA A PARAR?

Muchos hermanos salvadoreños, centroamericanos, caribeños y suramericanos han buscado por años el tal ansiado sueño americano. La pobreza y las ganas de superación obligan a miles cada día a intentar llegar conquistar ese sueño.

La verdad es que el largo recorrido hacia la tierra donde se dice fluye trabajo y dólares, pone en peligro la vida de nuestros hermanos. Muchos estudios sobre migración han demostrado que individuos con trajes de policía asaltan y matan a los migrantes. Pandillas y otros grupos viven cada día a la espera de despojar de sus pertenencias a los que van en busca del sueño americano.

Las barbaridades a las que son sometidos hombres, mujeres y niños sobran. Es incontrolable. Los guardias fronterizos juegan a la casería con ellos, les disparan a diestra y siniestra, no les importa la vida de nuestros compatriotas.

Mientras tanto, las leyes se endurecen en muchos estados de Estados Unidos. A pesar de que se dice que en ese país no se debe discriminar a nadie, la realidad es que son extremadamente racistas.

Pero continuando con el tema de las barbaries, los medios de comunicación han dado a la luz a un caso que causa consternación y tristeza a muchos de nosotros. Asesinar a 72 personas es peor que estar en medio de una guerra civil.

Ahora todo lo relacionan con traficantes, pero quién sabe que solamente sea una cortina de humo para cubrir la verdad. Haya quien haya sido, demuestra que con sus actos que vivimos una intensa violencia que no sabemos quién la puede parar. La injusticia predomina sobre la justicia, porque la justicia está impregnada de injusticia.

Ojalá los gobiernos un día dejaran a un lado sus propios intereses y crearan una mejor estrategia que permita disminuir la violencia y permita juzgar a los culpables. Además, que cree leyes que protejan a los migrantes y se olviden del racismo.

Lo que planteo es una utopía, pero esta ola de violencia aparentemente es imparable.

jueves, 5 de agosto de 2010

NUESTRO EL SALVADOR SIN SALVADOR

En los últimos años, El Salvador se ha visto envuelto en un sinfín de crímenes y hechos que han impactado a sus casi 7 millones de habitantes. No ha sido un orgullo ocupar la primera plana de un periódico o salir en noticieros internacionales por los hechos de inhumanidad que desgraciadamente suceden a diario.

Masacres por aquí, homicidios por allá. ¿Qué es eso? Tal vez sea el resultado de la flojera de los Gobiernos, la fría aplicación de las leyes, la pobreza, el placer, una nueva forma de llamar la atención o un trabajo. En realidad no lo sé. Una vez escuché a un indigente decir que “los hombres hacen cualquier cosa por comer”, refiriéndose al hecho de que la vida de una persona pude valer desde $0.25 centavos hasta más, dependiendo de la importancia que tenga en la sociedad.

En la actualidad, para nadie es desconocido que ahora hasta ir donde el vecino es inseguro. Y eso que, en la mayoría de casos, sólo una pared nos divide. Es una situación que da vergüenza. Si yo fuera presidente haría el intento de saber qué cosas son las quieren los jóvenes pandilleros, a fin de buscarle una salida a sus demandas, porque, a lo mejor, hacen atrocidades para llamar la atención.

Incendiar un microbús con personas a bordo es un hecho repudiable. Antes se decía que las pandillas se disputaban el territorio. Ahora que el país está lleno de ellas ¿qué es lo que pelean? Nosotros no lo sabemos. ¿Será que esto en verdad es algo apocalíptico, que ya no tiene remedio? No sé. Aunque considero erróneo creer que las pandillas son las únicas causantes de violencia. Hay muchas personas que aprendieron estrategias durante la guerra y no sabemos dónde están ni qué hacen.

No quiero dejar de lado la envidia y el odio que se genera entre personas, ricos o pobres. Tal vez por intereses económicos, pasionales, borracheras, drogadicción, juegos de futbol, apuestas, cuestiones doctrinales, en las que pocos se fijan. Ahora, hasta por intentar que se lea la Biblia en las escuelas se ha generado violencia verbal entre líderes religiosos. Imperdonable también. Me gustaría recordarles que sea cual sea su fe, DIOS ES AMOR.

No podemos pedir que cese la violencia si nosotros mismos la generamos; si la tenemos tan a flor de labio, como decía mi abuela paterna. No nos podemos portar amables ni en el trabajo ni en la calle, qué lástima. ¡Con razón Roberto Carlos dijo que quería ser civilizado como los animales! Lastimosamente los humanos que están dotados del sentido de la razón no se pueden civilizar.

Pues si bien la filosofía del salvadoreño es “joder al otro antes de que me joda él a mí”, esa es la causa de la violencia. La tenemos tan arraigada que ya no nos damos cuenta que está dentro de nosotros. Para cambiar algo, debo empezar cambiando yo.


Si espero que el otro lo haga primero así pasaré toda la vida porque nunca sucederá.
No sabemos cuál será el final de la violencia, si es que tiene fin. La verdad es que ya estamos viviendo tiempos insoportables. La violencia ha venido a agravar los problemas que ya teníamos: el desempleo y la pobreza, la contaminación ambiental local, la inseguridad, el temor y la desigualdad, por mencionar algunos.

Lastimosamente, en el Salvador todavía hay políticos que dicen que ellos no son de los que ponen la otra mejía. Les interesa más pasarse tirando indirectas y culpándose, en lugar de trabajar por nuestra herida patria que cada día se desangra más.